lunes, 7 de julio de 2014

El Miedo

El hombre de Cromañon sentía miedo. Algo natural si pensamos en los peligros que le acechaban. Y gracias a ese miedo, estaba continuamente en guardia y encontraba la energía para defenderse, combatir o huir.
El miedo canaliza una cierta agresividad necesaria para la supervivencia.
El hombre moderno siente miedo. Y también se puede considerar como algo natural en un mundo que se ha vuelto extremadamente competitivo.
El hombre hoy tiene miedo a no renovar un contrato, a tener que hablar en público, a tomar decisiones drásticas, es algo natural. Lo que no le resulta tanto es el hecho de que no logremos canalizar ese miedo y reaccionemos como nuestro antepasado, es decir, el miedo sigue paralizando nuestra voluntad y nuestras facultades mentales y , a menudo, nos lleva a actuar de un modo irracional.
Además nuestro antepasado evolucionó gracias a otros motores como la ambición o el desarrollo de una cierta capacidad de organización que le llevó a crear una serie de hábitos o rutinas.
Y en esto también nos parecemos a nuestro antepasado. Estamos sujetos a nuestras propias ambiciones, unas legítimas, otras no, y a una cierta forma de hacer que agiliza nuestras tareas.
En definitiva, aun cuando hemos evolucionado de una manera asombrosa respecto del hombre de Cromañon, en nuestro interior hay un reducto que sigue inalterable con el trascurso del tiempo.
Nuestras reacciones irracionales son semejantes a las de nuestro antepasado aunque adaptadas a nuestro entorno.
En nuestra vida cotidiana a menudo nos sorprendemos con reacciones más propias del hombre de las cavernas que habita en nosotros que de un hombre civilizado.
Estas reacciones no son necesariamente malas. Un golpe de genio, el miedo, la agresividad, a menudo nos empujan hacia adelante.
El problema surge cuando nuestro antepasado sube a escena sin ningún control por nuestra parte.
Para resolver esta paradoja, debemos aceptar que en nosotros habita un pequeño hombre de las cavernas y conseguir que no se inviertan nunca los términos.
Frente al hombre de Cromañon, el hombre moderno presenta una clara superioridad en un aspecto: su espíritu consciente. El autocontrol que le permite dominar y canalizar las fuerzas para que actúen en su favor.
Ese espíritu consciente es el que nos permite vernos tal y como somos y reaccionar de manera diferente a como lo haría nuestro antepasado.
Ese espíritu consciente nos puede llevar a:
  •   No reaccionar de manera inmediata, instintiva, ante una determinada situación. Nos permite analizar en frío los pros y los contras, tomar constancia de los hechos, consultar a otras personas y, finalmente, decidir.
  •  No dejarnos llevar por los hábitos. El hombre moderno es mucho más creativo porque no se conforma con actuar como le han enseñado.
  •  Observar las reacciones primitivas de los demás, las nuestras propias, lo cual nos permite conocer mejor su impacto y nos puede ayudar a controlarlas.

En definitiva, nuestro subconsciente es un depósito milenario donde se acumulan instintos, sentimientos, hábitos y tendencias.
En función de la educación, la experiencia, el medio en que nos desarrollemos, las pautas de nuestro subconsciente se verán reprimidas, atenuadas o, por el contrario, exaltadas.
La influencia podrá variar en función de las personas y sus múltiples circunstancias. Fruto de la herencia genética habrá quienes tengan más presente en su comportamiento a ese algo más fuerte que yo que aquí hemos llamado hombre de Cromañon.
Debemos de convivir con nuestro antepasado y junto a él hacer frente a un mundo en cambio.
El presente siempre nos resulta familiar en contraposición al futuro que es desconocido e incierto.
Así es fácil que reaccionemos en ciertas ocasiones oponiéndonos al cambio o posponiéndolo indefinidamente, olvidando con demasiada facilidad que el cambio es una oportunidad para mejorar.
Claro que el cambio no avisa de su llegada y a menudo debemos tomar decisiones bajo presión. En ese momento es cuando surge nuestro antepasado con sus reacciones instintivas y negativas frente al cambio.
Nuestro primer esfuerzo debe ir dirigido a controlar ese reflejo subconsciente de autodefensa ante lo desconocido y a plantearnos cómo hacer frente con actitud positiva a los continuos desafíos del futuro.
Además de ser un mundo en cambio es un mundo de personas.
Junto con nuestro antepasado debemos aglutinar toda la energía y potencial que reposa en las personas.
Nuestro antepasado probablemente nos propondría montarnos a caballo y blandiendo una espada acaudillar a todas las tropas para vencer a nuestro enemigo.
Esa fórmula, de indudable éxito en el pasado, hoy no nos llevaría muy lejos.
Recomiendo movilizar el potencial de participación ya que en última instancia, una compañía no es más que la suma de las personas y de las capacidades que la componen.
Esa movilización se puede llevar a cabo gracias a la delegación y la motivación.
El hombre moderno debe desarrollar una doble actitud positiva:
  •  Hacia el cambio para dominarlo y no ser víctima de él.
  • Hacia las personas para delegar y motivar con éxito.

Castillo de Canena

https://youtube.com/shorts/WIOEbGIHiDU?feature=share